Calzadilla es un municipio cacereño de la comarca del Valle del Alagón, con un terreno ondulado de sierras y lomas de poca elevación, con una extensión de unos 75 km cuadrados limita con los municipios de Santibánez de Alto, Guijo de Coria, Coria, Gata, Huélaga y Casas de Don Gómez.
La fundación de Calzadilla, al norte del río Alagón, está ligada a Coria, cuando esta ciudad recibió Fuero en el primer tercio del siglo XIII, permitiéndole repoblar los terrenos que le habían sido asignados. El predominio de bosques en la zona permitió encaminar la economía de estos nuevos asentamientos hacia la explotación de terrenos adehesados para aprovechamiento ganadero. Calzadilla en el siglo XV pasó a depender de la Casa de Alba, marqueses de Coria. El lugar recibe su nombre de la calzada de la Dalmacia que, partiendo de la mansio o estación de la Vía de la Plata localizada en el paso o vado de Alconétar, seguía hasta Coria (Caurium), continuaba hacia Calzadilla siguiendo aproximadamente el trazado de la actual carretera EX109 y se encaminaba, según algunos, hasta Laconimburgo, poblado de origen prerromano que ciertos autores sitúan en la confluencia de los ríos Árrago y Tralga, en el término de Villa del Campo. Cruzaba Sierra de Gata por Valdárrago y ascendiendo a Robledillo de Gata por el llamado Puerto Viejo y se introducía en tierras salmantinas para finalizar en Miróbriga, Ciudad Rodrigo.
Su gentilicio normativo es calzadillanos y popularmente se les conoce como lagartos, que algún autor ha asimilado con avisados, astutos y sagaces. Sin embargo el lugar se conoce como el pueblo del lagarto por un milagro atribuido al Cristo de la Agonía.
Según la tradición, hace más de cuatrocientos años, según otros aconteció en el siglo XVIII, en los alrededores de esta localidad de pastores había muchos reptiles, y especialmente un lagarto tan grande que diezmaba los rebaños, y engullía a algún pastor que anduviese descuidado o que había osado hacerle frente, de modo que los habitantes de la localidad andaban atemorizados. Uno de éstos, de nombre Colás, se topó cierto día con el maligno animal, que hizo ademán de atacarle, tras despedazar a uno de sus perros. Colás se encomendó entonces al Cristo de la Agonía, que milagrosamente convirtió su cayada de pastor en una escopeta o trabuco; otros dicen que fue una ballesta, con la cual, y de un certero disparo, acabó con la bestia. Una vez muerto el lagarto, el arma se rompió, mientras Colás escuchaba una voz sobrenatural que decía: » Rota quedarás para que a nadie mates más». El agradecido Colás decidió ofrecer como presente a su Divino Protector la piel del animal, de la cual, aunque carcomida por los años, aún pueden verse algunos retazos en la ermita del Cristo.
Otra versión, ésta más verosímil cuenta que al encontrarse algunas ovejas muertas en los mismos rediles, se conmovió todo el lugar, pues en aquella comunidad de pastores, la supervivencia dependía de la suerte o desgracia que puedan correr los rebaños; de ahí que el hallazgo conmocionó a todo el lugar: Durante la noche un extraño animal penetraba en los apriscos y mataba a las mejores ovejas. Se reforzaron las vigilancias y pudo descubrirse al causante de los hechos: una especie de gigantesco lagarto que se acercaba a los desprevenidos animales y los sangraba para beber la sangre y comer sus despojos. Se formó entonces un destacamento de voluntarios y de noche hicieron frente a su enemigo. A la luz de una luna de primavera lo descubrieron. Unas fauces provocativas se abrían ante los estremecidos vigilantes. Las escamas óseas rechazaron los primeros disparos y todos pensaron que se trataba de un monstruo invencible. Por fin al abrir la boca alguno tuvo la fortuna de encajarle un carabinazo en ella, provocándole la muerte. Cuando lo llevaron al pueblo como trofeo acordaron curtir su piel y entregarla como agradecimiento al Cristo que había propiciado el éxito de su empresa.
Esta leyenda se une según cuentan algunos a la presencia en la población de un indiano, natural de Calzadilla, que una vez enriquecido en las américas volvió a la población y pudo traer la cría de uno de estos saurios, que al crecer sembró el pánico en la población. Del único calzadillano del que se tiene noticias como pasajero a Las Indias es el dominico reverendo Fray Tomás Ortiz. De él dice el también sacerdote D. Vicente Navarro del Castillo: “Estaba en Salamanca en 1510, en la isla de Santo Domingo en 1516 y en Méjico en 1526, de donde era Vicario General de su Orden. Vino a España en 1528, regresando de Nuevo Méjico con 20 religiosos. Este mismo año fue nombrado Obispo de Santa Marta y al regresar a España para ser consagrado murió en 1532”. ¿Fue este prelado el indiano al que se une la leyenda? ¿O fue otro personaje desconocido, de los muchos que de las Tierras de Coria emigraron clandestinamente a América, quien trajo el lagarto a su pueblo, si es que volvió? Sea como fuere, lo cierto es que todos los años en la segunda quincena de septiembre se celebra en Calzadilla la fiesta del Cristo, patrón de la localidad.